lunes, 5 de mayo de 2008

Sombras en el horizonte - opinión

La pregunta que surge, casi espontáneamente, es ¿por qué en un país declaradamente anti-fascista (según su constitución) sus ciudadanos eligen como alcalde de su capital a un "facista-renovado"? No es fácil responder, y las explicaciones pueden ir en 3 direcciones.

Primero, el sistema político italiano está agotado, la ciudadanía no confía en el Estado, ni en sus representantes como garantes del bienestar social, la seguridad pública y la estabilidad económica. Por ende, cada elección representa un castigo a las tradicionales clases gobernantes, especialmente a la Democracia Cristiana (reducida al 5,5%) y a la centro-izquierda, que ha sido ambivalente, inestable y timorata. Tal como ocurre en otras latitudes, los gobiernos de centro-izquierda tienden a la inmovilidad, sea para dejar tranquilos a sus electores de centro, como para no despertar inquietudes entre sus adversarios de derecha, a pesar de presentarse ante sus electores como la única vía para llevar a cabo las tranformaciones sociales. Es decir le coquetean a la izquierda, tranquilizan al centro, y gobiernan para la derecha. En este marco, la población está aburrida, desencantada, y resignada. Mejor una derecha de verdad, que una izquierda reaccionaria travestida de progresista, dicen por ahí.

Segundo, aquello que hoy luce como una sorpresa, un neo-fascista por primera vez a la cabeza de Roma desde 1943, es en verdad una falsa sorpresa. No se trata de que los romanos se hayan vuelto fascistas con el tiempo, ni tampoco que antes no lo hayan sido en absoluto. La verdad es que en Italia durante muchos años, y con justa razón, ser de derecha conllevaba una connotación negativa asociada al régimen de Mussolini. Por esta razón, mucha gente escondía su posición política, y terminaba votando por partidos cristianos o conservadores. Se puede decir, que el "temor psicologico" al fascismo era lo que impedía el triunfo de la derecha en Roma.

Cabe recordar que la legitimidad del referendum de 1946 para transformar al Reino de Italia (cristiano, conservador y asociado al fascismo) en República (laica y anti-fascista) está teñido por un manto de duda y acusaciones de fraude. Se anularon 1 millón y medio de votos, los prisioneros de guerra italianos en el exterior no pudieron votar (y eran varios cientos de miles), en ciertas zonas de Italia no se votó, por ejemplo. Las acusaciones de se basaban en que al inicio era clara la victoria de la Monarquía, y de un momento a otro ganó la República, estimándose una perdida de 3 millones de votos (sobre un total de 24 millones; en ciertas zonas habían más votos que votantes. Finalmente, la República venció con un 54,3% de los votos, los cuales se concentraban principalmente en el norte de Italia, las zonas donde surgieron los partizanos. Así en el nascimiento de la República Italiana se encuentra el germen de la división nacional, un Norte industrial, rico y republicano; y un Sur agrícola, pobre y monárquico. De hecho en el Lazio (la región donde está Roma), ganó la opción Monarquía.

La tercera razón que podría explicar el triunfo de los neo-fascistas en Roma, es la ausencia en los hechos de una ziquierda italiana. Existe un segmento de la población descontenta, con cierta sensibilidad difusa de izquierda que no confian en la retórica timorata, vacía y consensual de los partidos que dicen representarla, y que finalmente no vota o apela al "voto útil". La ausencia de una izquierda sin complejos, que denuncie las injusticias sociales directamente y construya discursos acorde con los tiempos actuales, y no como una adaptación tibia de principios democrático liberales y cierta retórica de la Guerra Fría, la ha llevado a su virtual desaparición del panorama político italiano.

Por ejemplo, el Partido Comunista Italiano pasó en pocos años de ser uno de los pilares de la la República, a un partido marginal e intrascendente. Si en los años 70 y 80 llegaba a concentrar el 30% de lo votos, luego de la caida del bloque soviético se fragmentó en diversos partidos y movimientos, no logrando más del 5% o 6% en los años 90. Actualmente, por primera vez en la historia de la República, no hay presencia comunista en el parlamento.

Finalmente, se le suma a estas razónes una serie de eventos coyunturales. Por un lado, el error de presentar como candidato del Partido Democrático (centro-izquierda) a Francesco Rutelli, un ex-alcalde de Roma que despierta grandes resistencias, incluso en la base electoral del PD. Fue un error básciamente por dos razones, la primera, la candidatura del PD se basa en la idea de la renovación, la caras nuevas, la nueva forma de hacer política. Por lo tanto, es una incoherencia presentar a un sujeto que ya ostentó el poder comunal por un período largo. Segundo motivo, se instaló en los medios la sensación de que Roma sufre un período de estancamiento o degradación, caracterizado por la suciedad de las calles, la presencia de vagabundos, el aumento de la delincuencia, y cierto caos administrativo, sindicándose como responsable al propio Rutelli.

En este escenario, surge la figura de Gianni Alemanno, un ex-activista neo-fascista. Un tipo hábil que construyó su campaña sobre la base de tres pilares simples. a) Roma necesitá un cambio, y él se presenta como el hombre del cambio, frente a los políticos tradicionales; b) El combate a la delincuencia, y la necesidad de devolverle la seguridad a los vecinos, aumentando el control policial, pero sumándole el factor "inmigración", es decir homologando indocumentado con delincuente, prometiendo expulsar a 20 mil "ilegales" y con ello devolver la seguridad a los romanos; y c) la degradación de Roma se debe a la mala administración, apelando a cierta idea difusa que la derecha es más eficiente para administrar recursos que la centro-izquerda.

Ahora bien, uniendo las razones estructurales a lo eventos coyunturales, quizás no resulte tan extraño que haya vencido Alemanno, despues de todo.

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