miércoles, 11 de noviembre de 2009

sábado, 7 de noviembre de 2009

Conflicto Mapuche: De la negación al respeto

¿Y si todo fuera un problema de perspectiva? Pensemos. A mediados del siglo XIX aún no terminaban de definirse las fronteras en América del Sur, subsistiendo grandes zonas fuera del control de las nóveles repúblicas. El Estado de Chile, por ejemplo, ejercía el control efectivo de un territorio que iba desde la actual Región de Atacama hasta la Región del Bío-Bío, a lo que se le sumaban algunas poseciones de Valdivia al sur. Conquistó Chiloé en 1826 y fundó además una pequeña colonia en el Estrecho de Magallanes en 1843. Argentina, por su parte, extendía su territorio solamente hasta las Provincias de Buenos Aires y Mendoza, por el sur. Conquistando Jujuy en 1869 y las Provincias de Formosa y el Chaco hacia 1870, en el norte del país.

En el mismo período la nación mapuche era independiente y soberana, aunque si bien no había creado un Estado de acuerdo a parámetros occidentales. Ejercía el control efectivo sobre un territorio determinado, en el cual vivían al menos desde hacía varios siglos. Poseían un sistema de organización social (formas de gobierno), y estaban en plena capacidad de mantener relaciones con Estados vecinos. Tal como demuestra, los tratados firmados entre la nación Mapuche y el Imperio Español, y los numerosos parlamentos en los cuales se trataban cuestiones diplomáticas, problemas de límites, relaciones comerciales, etc.


De acuerdo con la Convención de Montevideo, el estado como persona de Derecho Internacional debe reunir los siguientes requisitos: a) Población permanente, b) Territorio determinado, c) Gobierno, d) Capacidad de entrar en relaciones con los demás Estados. Por lo cual, no sería errado considerar al pueblo mapuche, como una nación que perdió su “Estado” y vio consquistado su territorio por potencias extranjeras.

En este sentido, y desde una perspectiva histórica, ¿cómo debiera interpretarse el “conflicto mapuche”?: como la necesidad de reconocimiento de la diversidad cultural de un segmento de la población?, como el oportunismo de algunos para sacar beneficios materiales de una deuda histórica?, como los resabios de la invasión de dos países al territorio de un Estado vecino nunca reconocido como tal?, como un "simple" problema de justicia social?, como un problema de comunidades particulares?.

Para subsanar el problema endémico de las deudas históricas, de las negaciones, de las responsabilidades de las pasadas generaciones, habría que reconocer el derecho de todo pueblo a la libre determinación, aquí y ahora. Si el día de mañana la nación mapuche decidiera formar un Estado reinvindicando parte de los territorios que ocupaban hace poco más de 120 años, en honor a la justicia, poco podrían hacer los Estados argentino y chileno, más allá de ayudarlos en su empeño.

Un elemento interesante y fundamental de la Convención de Montevideo, es que el reconocimiento de que “la existencia política del Estado es independiente de su reconocimiento por los demás Estados”, en contradicción a la teoría política que señala que solo existe Estado cuando este es reconocido por otros Estados. Es decir, bastaría que ellos se lo dieran, aunque casi nadie lo reconociera (como ocurre con Abjasia y Osetía del Sur) y constituiría un Estado. Ahora bien, tampoco bastaría la declaración unilateral de independencia y el reconocimiento político de aliados hipotéticos (al estilo kosovar), pues “... ni el reconocimiento es suficiente para crear un estado, ni su ausencia lo suprime.”

Quizás falte un tiempo, si seguimos las fases que señaló Gandhi que tenía toda lucha por una causa justa. Ya pasamos por la “negación” (de largas décadas), la “burla” (de nuestra clase dirigente) y la “indiferencia” (del grueso de la población), ahora estamos en la transición de la “calumnia” (de los medios) a la “represión” (de las fuerzas del Estado chileno) ... para que un buen día, esperemos no demasiado lejano, llegue el momento del “respeto" (por la nación vecina).