sábado, 13 de febrero de 2010

Odiosas comparaciones ... de los Apeninos a los Andes

Lo que que sigue a continuación no es un manual, ni un recetario, menos aún una fórmula. No es una clase magistral, una iluminación divina o un catecismo político. De hecho, ni siquiera es un esbozo de estrategia. Es tan solo el resultado de la observación del ejercicio de hacer oposición al gobierno de un empresario “liberal”, uno de esos con fortunas incalculables, desempeño dudoso, sonrisas impecables y escaso apego a la ética. Estas lineas son en síntesis, algo así como un vistazo a los errores cometidos a miles de kilómetros de nuestra larga y delgada franja de tierra, en el afan de querer abrirle los ojos a un pueblo al cual no le interesa ver lo que tiene en frente.



En el corazón del mediterráneo existe un bello país, en el cual 30 años atrás cerca de un tercio de los electores votaba por el Partido Comunista (en Chile nunca alcazó más del 16%) y que hoy en día nadie entiende muy bien como terminó siendo gobernado por un cuestionado y desprestigiado empresario que tiene líos pendientes con la justicia y está aliado a un partido racista de extrema derecha. ¿Qué clase de democracia permite tal aberración?, se preguntó más de alguna editorial extranjera por ahí, ¿en qué estaban pensando los electores cuando lo hicieron?, hizo alguna otra. Pero sin embargo lo hicieron, y este señor gobierna sin mayor sobresaltos (más allá de algún objeto volante), y con una oposición sumisa y débil. ¿Qué pasó?


Difícil establecerlo. El mentado señor emerge en la arena política, en el tiempo en el cual el viejo pacto político que había dado origen a la república estaba en crisis. Lo hizo proponiendo nuevos aires, cambios de estilo, menos política y más acción, ofreciendo menos impuestos y más trabajo (sin cumplir, pero ello no importa), pues el siempre dijo que era un hombre de clase media que se había hecho a si mismo, amasando una fortuna gracias a su esfuerzo personal. Así en un contexto general de desacreditación de la política, donde todos parecían manchados por la sospecha de la corrupción y el robo, apareció como el no-político, que representaba simbólicamente el sueño arribista del enrequecimiento personal sin importar lo que pase con el vecino.


En este escenario sus rivales, contando a favor con cierto grupo de medios de comunicación, dedicaron su actividad a desacreditarlo, a cuestionarle su estilo de vida, sus “amistades” (algunos reos por mafia), la elección de sus ministros (algunos de ellos siniestros, otras ex modelos de calendario), sus fiestas (algunas con prostitutas o menores de edad), sus payasadas, sus salidas de madre, sus actos reñidos con la legalidad, entre otras cosas. De este modo, progresivamente la agenda pública, los temas, las declaraciones y el debate político comenzó a girar en torno a este personaje. El cual se defendió siempre con el argumento: son los típicos ataques de la izquierda, que al no tener nada que proponerle al país solo sabe atacarlo.


Paradojalmente, el único punto de encuentro que posee una disgregada y debilitada oposición es el cuestionamiento constante de este personaje, pues a nivel de programático y de proyecto político no ofrece muchas alternativas. Lo cual, no hizo si no despertar la simpatía de una población, cansada de los “políticos tradicionales” obsesionados con la perdida del poder, quienes sin importar las pruebas, los escándalos que haría dimitir a cualquier gobierno serio y las declaraciones vergonzosas, siguen apoyando al hombre que representa el sueño individual del asenso social, del “nivelar hacia arriba” como diría algún incauto por ahí. Aunque ello lo haga por medio de recortes en el gasto social (educación y salud), de leyes que favorecen los delitos de "cuello blanco" y con una política económica que tiene sumido al país en una seria recesión.


¿Qué tiene que ver con Chile? Quizás nada, o tal vez mucho. Si extrapolamos un poco el escenario no varía demasiado en algunos puntos y si podemos aprender algo, quizás se podría evitar caer en algunos errores. Primer grave error a evitar, hacer que la política gire en torno al personaje, pues en un contexto despolitizado como el nuestro (basta ver el show del "gabinete técnico"), ello terminará aumentando su popularidad, labor en la cual los medios jugarán un rol central. En el caso chileno sería peor aún pues ni siquiera existe una prensa opositora o al menos alternativa, que pueda dar un contrapunto.


En este sentido, deshacerse por demonizar a Piñera, mostrándole a los chilenos lo ambicioso que es, lo poco honesto que es, cosas que por lo demás ya saben y pareciera no importarles, se corre el riesgo de convertir a Piñera en víctima. Como si fuera la pobre víctima del resentimiento de quienes se quedaron en el pasado, y no les importa el futuro de Chile. Si nos dedicamos solo a responder a cada cosa que haga o diga (él o sus voceros), terminará ser no solo quien monopoliza el poder económico, político y mediático, sino también tendrá el monopolio de la pauta de los acontecimientos y de los debates, dejándole a la oposición la incomoda labor de comparsa. ¿Pero como no caer en la tentación de criticar a un blanco tan fácil,? porque material para ello abunda. A decir verdad, no tengo idea, pero creo que es imperativo hacerlo.